lunes, 29 de junio de 2009

El castigo de llamarse Pablo-

"La palabra 'Cristianismo' es en sí un malentendido. En realidad sólo ha existido un cristiano y murió en la cruz"
-Friedrich Nietzsche

"La religión es el ídolo de la turba. Esta adora todo lo que no entiende"
-Frederick II

Cada 29 de Junio, el mundo cristiano celebra el día de sus dos santos más prominentes: Pedro y Pablo, enemigos ideológicos unidos irónicamente por la misma fecha.
El primero, un hombre simple, consiente y orgulloso de ser parte del "pueblo elegido", pensaba que sólo judíos podían ser parte de esta nueva secta.
Pablo, por el contrario, hijo de hebreos, dedicó su vida a perseguirlos y como la mayoría de los conversos, su fanatismo anti-judío fue similar al de muchos judíos "ocultos" que militaron en las altas esferas del nazismo.
Pablo no tenía nada de simple. Por el contrario, era un profundo conocedor del pensamiento aristotélico y de las antiguas religiones egipcias y helénicas y puso ese conocimiento al servicio de la creación de lo que hoy llamamos cristianismo.
Aunque inteligentemente usó los elementos de los evangelistas, esto sólo fue en su forma. Su diseño de la nueva religión se basó más en Aristóteles y los mitos egipcios y griegos. Con esto, quiso distanciar a Jesús de su esencia judía y hacer del cristianismo una creencia más apetecible para los "gentiles". Pablo, pues, es el creador y principal promotor del cristianismo como lo conocemos hoy. El golpe final se daría con Constantino, cuando de proscribieron todas las sectas que aún tenían algo de la semilla inicial, algún vestigio del Jesús histórico.
Así que todo empezó con el bueno de Pablo. Renegado, persecutor y convenientemente "convertido" por una visión camino a Damasco.
No creo que Pedro apreciara el hecho que su día lo debía compartir con este señor que nada tenía que ver, ni con él, ni con los apóstoles, ni mucho menos con Jesús. Pero la historia la escriben los vencedores y eso no es nada nuevo.
Mis padres quisieron, por alguna misteriosa razón, que me llamara "Pablo", pero lo único que tengo en común con el de Tarso, es que también soy converso. Tal vez por eso quise nombrar a mi hijo "Pedro"(Peter), para reivindicar al que verdaderamente era portador del legado de Jesús.

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